viernes, 25 de febrero de 2011

Capitulo8: Las tribulaciones de un Europeo en África


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ESCENA1: UNA FATAL CONFUSIÓN
Nada más llegar al fastuoso hotel Kenia Hilton de cinco estrellas, dejé las maletas en la habitación y bajé a la sala de fiestas. Una orquesta tocaba música easy listening de genios como Henry Mancini o Syd Dale. En la entrada del lujoso salón de Hotel, un enorme cartel anunciaba una recepción, una especie de Cocktail Party privada para los miembros e invitados de la Alianza de Civilizaciones. La cara de diplomático me sale estupendamente, así que me colé por la puerta a la fiesta y me vi de repente rodeado de dictadores asesinos, multimillonarios excéntricos y empresarios sin escrúpulos. Mientras bebía el mojito en la barra, a mi alrededor se hablaba de negocios millonarios, golpes de estado, intrigas palaciegas y se decidía sobre la vida o la muerte de millones de personas en todo el mundo.  Aburrido de insustanciales conversaciones decidí bailar un poco con la garbosa rubia de insinuante mirada que estaba  tan sola en la pista de baile. Era la esposa de un peligroso dictador que negociaba a unos metros de ella con un empresario europeo los derechos de explotación de los diamantes de su país, y el destino de varias tribus cercanas a la mina. Aunque esté de vacaciones parece que tengo afición al peligro, así que invité a la rubia a que continuásemos la fiesta en mi habitación. Ella aceptó encantada la invitación preocupándose de que yo advirtiese de que no llevaba ropa interior. En cuanto su marido se tomase dos copas más, le daría esquinazo y subiría a la habitación 202 me dijo. Mientas me dirigía a mi habitación a darme una ducha y pedir algo de champagne, por megafonía llamaban a recepción al Señor Mangaloka. Me hizo gracia ese nombre. “Yo sí que soy un Mangaloca”, pensé. Así, cuando los dos individuos de etiqueta junto al ascensor me preguntaron si yo era el Señor Mangaloka , absurdamente les dije que sí. La banda de Jazz empezó a tocar la canción “Party Poop” de Henry Mancini. Es lo último que recuerdo antes de recibir el golpe en la cabeza que me dejara k.o. 

ESCENA2: PLANEANDO SOBRE LA JUNGLA

Me despertó un ruido infernal y lo primero que vi fue la selva bajo mis pies. La estaba sobrevolando en un helicóptero con los dos individuos que se habían dirigido a mí en Hotel pero ahora ataviados con ropa militar y metralletas.  Discutían en su idioma de forma acalorada pronunciando de vez en cuando la palabra Mangaloka. Sin duda se trataba de dos secuestradores, y en ese momento debieron de darse cuenta de su error. Yo no era el tal Señor Mangaloka. “¡Que bocazas soy! ¡maldita sea mi estampa!, grité en medio de la discusión y ante la estupefacción de los paramilitares que me escoltaban sin duda hacia un fatal destino, cogí lo que parecía un paracaídas y salté al vacio. Caía a una velocidad de vértigo hacia el enorme colchón ver de la selva, y al tirar de la anilla comprobé que no era un paracaídas sino una Zodiac inflable. Enervado y ofuscado, como pude me situé dentro de la barca, me agarré fuerte, y planeando sobre la jungla, me sentí enormemente solo y ridículo ante aquella inmensidad de tierra salvaje y virgen hacia la que irremediablemente descendía. Conforme me iba acercando, los sonidos de la selva se iban mezclando con el que producía la zodiac en su descenso. Monos, pájaros, extraños animales… me recordaba la música electrónica de los discos setenteros de Roger Roger. Decidí unirme a todos ellos con un profundo grito. Gutural, gutural. Una enorme secuoya amortiguó la caída golpeándome repetidamente con sus ramas por todo el cuerpo. Acabé molido a golpes, montado en la zodiac y a la deriva en una especie de riachuelo. Un momento idóneo para echarse una siestecita, pensé.

ESCENA3: SELVÁTICA ESCENA SEXUAL
Me despertaron unos gritos humanos cerca de la orilla. Y de entre los matorrales se levantó una hembra de raza negra, como no podía ser de otra forma, completamente desnuda. Una lugareña de macizas y espectaculares proporciones. Era como si Marilyn Monroe se hubiese bañado en un barril de crudo. Despertarse con una visión como esa es algo que siempre resulta agradable. Se había dislocado un hombro al caerse del árbol donde cogía fruta. Asustada en un principio, le apliqué un suave masaje hasta que se lo puse en su sitio. Sospeché que había tenido contacto con civilizaciones más avanzadas cuando para agradecerme la cura me abrió la cremallera del pantalón. Insistí en que no hacía falta, pero ante su obstinada predisposición, la dejé hacer. Mientras la indígena seguía con lo suyo hice un repaso de situación en la cual me encontraba. Estaba completamente incomunicado, en mitad de la selva africana, sin saber además en qué país me encontraba exactamente y con aquella negrita que acababa de conocer, agradeciéndome virtuosamente mis labores humanitarias. Esto último era lo más positivo de todo, pero de repente salió corriendo perdiéndose en la espesura de la selva. Vale, quizás había estado algo despistado y no le había prestado demasiada atención, pero dejar la faena a medias no me pareció algo muy bonito. Cuando me di la vuelta reconocí enseguida esos tocados y pinturas de sus caras por los reportajes de antropología cultural de la BBC. Una veintena de integrantes de la peligrosa tribu caníbal Tolokomo me apuntaban con sus lanzas.

ESCENA4: LA DESPENSA HUMANA
La tribu Tolokomo es una de las pocas tribus caníbales que quedan aún en África, con lo cual fue toda una “suerte” que precisamente ellos me hiciesen prisionero. Atado a un tronco y portado sobre los hombros de dos tolokomos hice entrada en el poblado, y rápidamente me entró complejo de butifarra por  la cara de satisfacción que ponían los indígenas al verme pasar. Debido a la crisis en el turismo internacional habían cambiado sus hábitos alimenticios. Sólo comían carne humana en determinadas celebraciones y cuando recibían visitas ilustres. Así que me llevaron a una gran choza, la despensa del poblado, dónde me encontré a otros prisioneros, a los cuales, comprobé espantado les faltaban algunos miembros. Se los estaban comiendo poco a poco, y los mantenían vivos para que no se pudriese la carne. Me estremeció el caso de un inglés, muy propio él con su traje de safari, al que le faltaba una pierna de rodilla para abajo y al que sólo se le ocurrió preguntarme si tenía tabaco de pipa. Había otro francés, al que le faltaban los brazos y las piernas. Este era el único que no estaba atado, lógicamente. Y se movía de un lado para otro de la choza con sus pequeños muñones y entablando conversación con el resto de los prisioneros. Me sorprendió escucharle que tampoco se vivía tan mal allí, y me dijo que le alimentaban muy bien, y que una vez cada dos semanas un grupo de mujeres del poblado satisfacía sexualmente a todos los prisioneros. Mostrando el muñón de su brazo derecho, me relató orgulloso que se sirvió en rodajas con salsa de mango en una ancestral celebración en honor al Dios Jamatelah. Sin duda se había vuelto loco. “Mejor para él”, pensé. De momento a mí ese día, me cortaron tres dedos del pie izquierdo para ofrecerle una tapa de caldereta a un jefe local que estaba de visita. Ya de madrugada, al poco de conseguir quedarme dormido, me despertó un zarandeo. Era la linda negrita a la que había curado el hombro que había venido para liberarme. Descarte la posibilidad de llevarme a otros prisioneros pues  a todos les faltaba, todas o alguna extremidad inferior. El francés se puso a gritar como un energúmeno el muy gilipollas para alertar al poblado de nuestra huida. La negrita y yo salimos corriendo a través de la jungla.

ESCENA5: LOS AÑOS FELICES EN AFRICA
Calculo que viví en torno a tres años en el poblado de la tribu Awinmaue, en lo que considero sin duda, como uno de los periodos más felices y tranquilos de mi vida. Contraje matrimonio con Vayamamah, que así se llamaba la negrita, y tuvimos una larguísima descendencia. No eran todos míos, ya que los primos y tíos de Vayamamah también tenían derechos sexuales con mi esposa. Yo por supuesto con sus primas y tías también. La cosa quedaba en familia. Llegué a entablar una relación muy especial con mi suegro, el jefe de la tribu, el gran jefe Laminga. Manteníamos muy largas conversaciones en su choza. Yo le hablaba del hombre blanco y el a mí de sus antepasados y de mitología awinmauense. Me ayudó mucho en mi adaptación a las costumbres de la tribu. Los hombres íbamos siempre desnudos, pero debíamos de ponernos un largo palo hueco enfundado en el pene. A pesar de las molestias iniciales, conseguí acostumbrarme. Lo malo era el insomnio que me producía, ya que de noche, me despertaba, por circunstancias propias de la naturaleza humana, de un palazo en la cara. El gran Jefe Laminga, gracias a rituales iniciáticos y extrañas drogas, consiguió que yo tuviese tal control de mi cuerpo, que a pesar de estar profundamente dormido,  cuando, por circunstancias propias de la naturaleza humana, el palo subía para arriba, mi cabeza por si sola lo esquivaba. Si bien he de decir, que los últimos meses de mi estancia en el poblado, noté al Jefe Laminga, demasiado pegajoso conmigo. 

El Jefe Laminga
ESCENA6: EL RITUAL CON FINAL FELIZ
El gran Jefe Laminga, me llamó ese día como cualquier otro para que charlásemos en su choza y como siempre empezamos la reunión esnifando un poco de hongo sagrado. El Jefe Laminga se aseguró de que yo me cogiese un buen colocón dándome de esnifar en repetidas ocasiones. Tenía que comunicarme algo muy importante. Me contó que estaba perdiendo las facultades para poder ejercer con todas las garantías sus labores como Jefe de la tribu y me propuso ser su sucesor. Era la primera vez en mi vida que se me proponía algo parecido, así que me sentí muy alagado y acepté el reto. Al día siguiente empezaron los preparativos del traspaso de poderes. Cuando vi la cantidad de comida dispuesta en el centro del poblado, pensé que la ceremonia empezaría con un gran banquete comunal. La sorpresa fue que todo el festín era para mí solito. Más de cinco horas tardé en engullírmelo con litros y litros de agua de coco. De lo lleno que estaba no podía ni tenerme en pie, así que me llevaron en volandas a una choza, me tumbaron sobre un lecho y pensé para mí, “Bueno, ahora vendrá la gran siesta”. Pues estaba equivocado. Una a una fueron pasando todas las mujeres de la tribu entregándose en cuerpo y alma al nuevo Jefe en una orgia que me pareció interminable y agotadora. No podía ya con mi cuerpo. Hasta le dije que no a una lugareña que quería repetir.  Al salir de la choza me esperaba una gran montaña de hongo sagrado dispuesta toda para mí. Yo, deseando acabar ya con la tortura que estaba suponiendo mi nombramiento, me la esnifé toda de forma compulsiva. Acabé viendo triple y en cinemascope. Dando tumbos me aproximaba al altar sagrado entre la multitud que se arrodillaba a mis pies reverenciándome. El colocón que llevaba era importante, imponente. Tuve que restregarme los ojos para creer lo que estaba viendo. El gran Jefe Laminga esta bocabajo espatarrado sobre el altar, y esperando a que se hiciese efectivo el traspaso de poderes. “Por ahí sí que no”, me dije. Por muy goloso que pudiese parecer ser Jefe de la tribu, sodomizar un viejo chocho me pareció un precio demasiado elevado.  Así que en medio del desconcierto popular salí corriendo del poblado. No descarto volver algún día, por lo menos para visitar a mi veintena de retoños, y a mi esposa Vayamamah. A sus primas y tías, por supuesto también. Supongo, que con el tiempo, al gran Jefe Laminga se le habrá pasado el calentón.  

banda sonora

1 - Manu Dibango - "Bokolo's Boogie"
B.S.O. Countdown at Kusini (1975)

2 - Roy Budd - "Diplomatic Dance"
B.S.O. Paper Tiger (1975 )

3 - Henri Mancini - "Party Poop"
B.S.O. The Party (1968 )

4 - Alan Parker- "Black Pearl"
(DE WOLFE) The Black Pearl (1972)

5 - Riz Ortolani - "Relaxing In The Savana"
B.S.O Cannibal Holocaust (1979)
6 - Syd Dale - "Shades of Blue" (KPM) Accents on Percussion (1966)
 
7- Nachum Heiman - "Echo 15" (KPM) Percussion Workshop (1972)
8 - Piero Umiliani - "Tamoure' Titoli"
B.S.O. Le Isole dell'amore (1970)
9 - Howard Blake - "The Leopard"
B.S.O. An Elephant Called Slowly (1969)

10 - Nino Nardini -"Jungle Spell"
(NEUILLY) Jungle Obsession (1971)

11 - Ima Sumac - " Le lion est mort"
The Ultimate Yma Sumac Collect

12 - Ray Cooper - "Voodoo!" (TIM) 1013 - Breath of Danger (1974)

13 - Les Baxter - "Voodoo Dreams" Jungle Jazz (1959)

14 - The Meters - "Big Chief" Trick Bag (1976)
 

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